2006/08/11

ARIADNA BELEN mi hija querida


Hace once años, en Montevideo, yo estaba esperando a
Florencia en la puerta de casa. Ella era muy chica; caminaba como un
osito. Yo la veía poco. Me quedaba en el diario hasta cualquier hora y
por las mañanas trabajaba en la Universidad. Poco sabía de ella. La
besaba dormida; a veces le llevaba chocolatines o juguetes.
La madre no estaba, aquella tarde, y yo esperaba en la puerta de
casa el ómnibus que traía a Florencia de la jardinera.
Llegó muy triste. No hablaba. En el ascensor hacía pucheros. Después
dejó que la leche se enfriara en el tazón. Miraba el piso.
La senté en mis rodillas y le pedí que me contara. Ella negó con la
cabeza. La acaricié, la besé en la frente. Se le escapó alguna lágrima.
Con el pañuelo le sequé la cara y la soné. Entonces, volví a pedirle:
- Andá, decime.
Me contó que su mejor amiga le había dicho que no la quería.
Lloramos juntos, no sé cuánto tiempo, abrazados los dos, ahí en la silla.
Yo sentía las lastimaduras que Florencia iba a sufrir a lo largo de
los años y hubiera querido que Dios existiera y no fuera sordo, para
poder rogarle que me diera todo el dolor que le tenía reservado
Días y noches de amor y de guerra.
Eduardo Galiano
Hija Querida, ojala pudiera asumir tu dolor. Te amo

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me emocionó esta lectura,aunque no es primera vez que la leo, será porque estoy sencible; tiene muchos significados, algunos muy personales; hace pensar que los hombres tienen su corazoncito , aunque sea para expresar el amor por sus hijos o hijas como en éste caso.
Buena elección aunque no se si la mejor.......